Las bodegas adscritas a la Ruta de Vino del Bierzo que sí abrieron sus puertas a los enoturistas durante el verano apostaron por un turismo de proximidad, por la captación de visitantes procedentes de un radio de unos 120 kilómetros y, a lo sumo, Madrid y el País Vasco.
Paseos a caballo entre viñedos, catas y degustaciones a pie de viña y actividades al aire libre. En esto han consistido las experiencias ofertadas por las bodegas bercianas durante los meses de un verano atípico marcado por la pandemia. Las que han mantenido sus puertas abiertas son las que tienen personal o infraestructura suficiente como para poder abrir.